FORMACION CIVICA Y ETICA
El sentido es para los actores y agentes de la escuela secundaria eso que guía sus acciones, lo que les permite dar importancia a sus actos con relación a sí mismos y a la interacción con otros actores. El sentido institucional es lo que realmente guía a la organización, aquello que va más allá de las políticas educativas, como se ha visto en las luchas históricas.
La escuela secundaria mexicana se crea con dos fines opuestos. Primeramente como ampliación de la primaria, para corregir defectos del desarrollo del alumno, vigorizar su conciencia de solidaridad, formarle hábitos de cohesión social y ofrecerle diferentes enseñanzas para que descubrieran su vocación a través de “métodos apropiados al periodo de la adolescencia, 13-16 años” (Meneses 1998: 479). En sentido opuesto, se propuso como un medio para imponer medidas rígidas en el contexto de los movimientos estudiantiles de principios del siglo XX “que obligaron a los estudiantes a educarse en un ambiente hostil, sometidos y tratados como enemigos potenciales del régimen.” (Loyo 2002: 3), por lo que las escuelas funcionaban con un nuevo reglamento y vigilancia de los gendarmes (Boletín SEP 1923-24 cfr Loyo 2002).
Desde el inicio histórico de la escuela secundaria, existen cuando menos dos sentidos en conflicto. Un espacio para la formación de sujetos con un sistema flexible y profesores con conocimientos de la edad de los alumnos, por otro, un fuerte dispositivo disciplinario que se convierte en el elemento fundamental de la formación de los sujetos. Por ello se puso especial cuidado en comprometer a los alumnos y a sus padres a cumplir las tareas. La escuela implementó un dispositivo disciplinario para informar a los padres llevando un método de registro, por lo que en caso de indisciplina se intensificarían las tareas extracurriculares o se llegaría a la expulsión (Meneses 1998). De ahí la importancia que tienen hoy en día la firma del Reglamento y de los cuadernos de reportes.
Con el programa de Formación Cívica y Ética la escuela secundaria se propone —de nueva cuenta— comprometerse a la educación cívica, moral y ética de los ciudadanos en el contexto del incremento inu-sitado de la violencia y el desmembramiento de la sociedad. De nuevo los dos sentidos que dan origen a la escuela secundaria mexicana están en pugna, la idea de formarlos como sujetos en un ambiente de diálogo, ética y valores, y el dispositivo disciplinario para profesores y alumnos que domina las escuelas ponderando la obediencia, la enseñanza directiva y el uso del uniforme.
La nueva asignatura no sólo va en contra del dispositivo disciplinario, sino del mismo procedimiento por el cual se pone en marcha, que está dominado también por esta directividad. Se utilizó la satanizada capacitación en cascada de los profesores, el uso de textos elaborados por las editoriales y la nueva contratación de los profesores que venían impartiendo viejas asignaturas.
Los actores principales de la puesta en marcha del nuevo curriculum —profesores y estudiantes— no compartían el sentido educativo del programa por que en muchos casos no los conocían. Otros actores importantes como los capacitadores, los directivos y los supervisores se guiaron por sentido institucional, que es el seguimiento administrativo que ve la calidad educativa como producto.
Las escuelas son organizaciones sociales históricamente constituidas, que al igual que otras tienen resistencia al cambio. Sus características de falta de comunicación, dominio administrativo y jerarquización de las personas a su interior dificultan el cambio. La supremacía del control administrativo sobre el trabajo docente (Lortie 1977) les hace perder el sentido educativo. Parafraseando a Weber (2000) domina la forma en detrimento de la esencia.
Los actores para poder modificar sus acciones en las instituciones —y así convertirse en agentes— requieren de ciertos conocimientos esenciales en las interacciones, estructurar su acción con base en las intencionalidades legitimadas en el grupo social y coordinarse cuando menos con otro de sus agentes principales.2
Los actores representan roles dentro de las instituciones, son designados socialmente por la legitimación que ya poseen, más que por los conocimientos que deben tener, y es porque son designados que deben saber (Berger y Luckmann 1998). Los profesores son designados porque se supone que saben, más que porque sepan y entonces en algunos casos, ellos saben o hacen un esfuerzo por llegar a saber lo que se supone ya saben, pero dependerá de la institución o de ellos mismos el impulso para aprender lo que en ocasiones no saben. De ahí que si la institución no genera mecanismos para que los actores compartan sus saberes y aprendan lo que les falta para ejercer adecuadamente su rol, mantendrán sólo el supuesto de que saben, porque de ello depende su papel de actores en ese rol. Por lo que estos mecanismos de simulación también son institucionalizados en tanto tienen una tradición histórica y son aprendidos por los sujetos de una generación a otra.
En la escuela secundaria los profesores fueron designados para impartir la asignatura de Formación Cívica y Ética por que se supone que la geografía, el civismo y la orientación son asignaturas esencialmente similares a FCyÉ y que la mínima diferencia se remediaría con el curso de capacitación de cinco días que se convirtió en tres. La institución también supone que sus profesores son aptos para trabajar con adolescentes y conocen las técnicas didácticas.
La escuela secundaria no modificó los supuestos con los que ha venido operando por lo que la nueva asignatura se convirtió en una lucha de sentidos que en algunos de los casos cubre sus objetivos más allá de lo planeado por que los profesores, agentes decididos a construir un sentido educativo ético y cívico, ya tenían entre sus ideas el impulsar este proyecto. Pero en muchos de los casos en que los profesores no lo tenían, el resultado es nefasto.
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